(extraxto del texto original " Espacios de vigilancia y de Fuga
El entre de lo continuo y lo discontinuo"
por Karina Astete Beltrán)
Constantemente estamos inmersos en políticas que dirigen comportamientos sociales, que los vigilan, los condicionan bajo ciertos patrones de comportamiento dentro de un medio social. La vigilancia es un recurso destinado a educar (adiestrar) a las personas para contenerlas e introducirlas dentro de un plano de funciones que actúa bajo series de normas, leyes y ejercicios constituidos.
La vigilancia es una manera de observar a la persona (si está realmente cumpliendo con todos sus deberes), es un sistema estratégico que actúa sobre el cuerpo de los individuos, sobre sus gestos, sus discursos, sus actividades, su aprendizaje, su cotidianeidad; tiene como función reglamentar la vida (o la manera de cómo esta se lleva a cabo) de grupos sociales para que estos realicen sus actividades, “adiestrarlos” para que ejecuten sus tareas como un ciudadano común que se mueve dentro de parámetros establecidos. Esto está instaurado en el medio social como un elemento silencioso y que actúa de manera eficiente, ya que muchas veces no es percibido al instante o en ningún momento; dicho elemento se ha ramificado a gran velocidad y se encuentra presente en distintas situaciones. Ejemplos evidentes de esta situación de dominación se pueden ver en las calles, supermercados, hospitales, ascensores e incluso en baños públicos. Las cámaras de seguridad están instaladas en todos los lugares señalados y captan diariamente el comportamiento y la imagen de cientos de personas que ni siquiera lo notan.
La vigilancia (y el castigo) son prácticas que han estado presentes desde hace siglos. Incluso se creó un sistema llamado panóptico para facilitarla (4), este consistía en la construcción en donde habría una torre central, la cual avistaría a los que están a su alrededor, pudiendo así observar los comportamientos de todos a la vez, ya que en esta estructura la forma de la torre central es circular.
“El panóptico de Jeremy Bentham es una composición arquitectónica (…), posee la forma de un anillo donde la construcción queda en la periferia, dividida en celdas, teniendo al centro una torre con dos grandes ventanas que se abren hacia su interior y otra única para el exterior permitiendo que la luz atraviese la celda de lado…” (5)
Ante esto, es incontrolable que no surjan reacciones de querer escabullirse de esta vigilancia constante, el poder se corre, se sale por cualquier parte, se fuga.
“Y el poder se transforma continuamente con estas fuerzas. El panóptico era una utopía-programa. Pero ya en la época de Bentham el tema de un poder espacializante, vigilante, inmovilizante, en una palabra, disciplinario, estaba desbordado por mecanismos mucho más sutiles que permitían la regulación de los fenómenos de población, el control de sus oscilaciones, la compensación de sus irregularidades. Bentham es “arcaizante” por la importancia que da a la mirada, es muy actual por la importancia que concede alas técnicas de poder en general. (…) hay que analizar el conjunto de las resistencias al panóptico en términos de táctica y de estrategia, pensando que cada ofensiva que se produce en un lado sirve de apoyo a una contraofensiva del otro. El análisis de los mecanismos de poder no tiene como finalidad mostrar que el poder es anónimo y a la vez victorioso siempre. Se trata por el contrario, de señalar las posiciones y los modos de acción de cada uno, las posibilidades de resistencia y de contraataque de unos y otros.” (6)
La resistencia ante estos actos de dominación sobre el cuerpo lleva a replantearse la posición en cómo una persona debe enfrentarse a esto. A reaccionar quizás de la misma manera estratégica para poder escabullirlo. De qué manera oponerse y des-organizar el sistema de vigilancia para hacer este acto de manifestación efectivo. Cómo llegar a la representación de esta situación en un objeto escultórico.
Anteriormente se mencionó que a través de varias técnicas es posible engañar la mirada que vigila. A continuación se presenta un enunciado de Antoin Artaud, el cual es gatillante para el desarrollo de esta problemática:
“Cuando le haya dado un cuerpo sin órganos, entonces lo habrá liberado de todos sus automatismos y devuelto a su plena libertad.”
Con esta sentencia, Artaud, hace una relación de lo que son las políticas dominantes que operan sobre la persona, las instituciones de poder que manejan las conductas del cuerpo; y una posible escapatoria a la que este pueda recurrir.
Artaud desata la guerra contra el cuerpo como organización, pero cabe resaltar que no así contra los órganos, sino que la oposición ante la dominación y formación de estos como un organismo jerarquizado. Contextualizado en la problemática de este texto sería una oposición ante el dominio y organización a través de estrategias como es la vigilancia, que conducen y someten a grupos de personas (órganos) dentro de un sistema de automatismos que funcionan como patrones de comportamiento ante estos y, prontamente, apelar a su liberación. Entendámoslo desde sus escritos en El teatro de la crueldad:
“El cuerpo es el cuerpo, está sólo y no necesita órganos, jamás el cuerpo es un organismo, los organismos son los enemigos del cuerpo, las cosas que se hacen suceden por sí solas, sin el concurso de ningún órgano, todo órgano es un parásito… La realidad aún no está construida porque los verdaderos órganos del cuerpo humano aún no han sido compuestos y colocados.”
Un cuerpo “puro”, un volumen liso, abierto y no modelado por el orden son una posibilidad de trascender al organismo, así cada uno organiza su cuerpo de manera singular, es necesario burlar al organismo.
En términos de estrategia los mecanismos de poder logran su objetivo debido a que mantienen identificado al individuo; pero qué ocurre cuando este sistema ya no puede seguir identificándolo, qué ocurre si este individuo (objeto) se desorganiza, se desarma para ya no ser reconocible como lo es constantemente. Qué sucede cuando lo que ha estado bajo un dominio se vuelve irreconocible, se presenta como un sistema similar al que se quiere derrocar; cómo se encuentra, cómo se vigila, cómo se domina, desde dónde se aborda o más aún: qué sucede si surge un “algo”, si entra en juego un tercero como elemento distractor que interrumpe esta relación, este flujo de poder general que se impone. Es entonces aquí en donde nos situamos en el punto estratégico de la cuestión.
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